El rol de la mujer dentro de la organización social y cultural de los pueblos de la antigüedad estuvo limitado a obligaciones de menor impacto (aparentemente) en la vida de los pueblos. En la cosmogonía, los mismos hombres dieron su lugar a la mujer conectado con el origen. Muchos pueblos ubican su origen de una deidad de género femenino, pero esta labor de la deidad es limitada a la maternidad.
Hay otros divinidades que tienen injerencia en la vida de los hombres, en su gran mayoría, de género masculino y cuya acción es patrocinando las labores, actividades o momentos en la vida cotidiana de los hombres en donde se destacara la fuerza, la inteligencia o el poder. De esta manera, por ejemplo, tenemos un dios de la guerra en muchas civilizaciones antiguas. Tenemos un dios de las artes manuales. Se tiene un dios supremo sobre todo el panteón.
La figura del género femenino quedaba relacionada con actividades de menor trascendencia, o con labores artísticas o de fuerzas naturales poco trascendentes. Así, se conciben diosas de la fertilidad, de la agricultura, divinidades cuyo patronato es sobre sentimientos, como el amor, el patronato sobre las artes, etc., labores en general más conectadas con la mujer y su labor al seno del hogar.
No obstante, hubo civilizaciones conformadas en torno de una matrona, algunas míticas, algunas reales, por ejemplo las amazonas, pero son ejemplos que se pierden en la cronología de la historia. Mientras que los hombres buscaron mantener control, poder y dominio, el rol de las mujeres fue más en la línea de favorecer la supervivencia. De esta manera, mientras los hombres procuraban alimento con la caza y la pesca, la recolección de frutos fue actividad que las mujeres trabajaron, de tal manera que observando el ciclo natural de fecundidad de las plantas aprendieron sobre los ciclos fértiles y la manera de aprovechar el clima para ir cultivando algunas plantas para aprovecharlas en la alimentación. Quizá no fue con la sofisticación posterior, pero sus observaciones fueron básicas en el proceso de controlar y someter la naturaleza, para satisfacer las necesidades de los hombres.
Posteriormente, ya en civilizaciones más evolucionadas, se ve más claramente definido el rol de cada uno de los miembros de estas sociedades, pero el rol de las mujeres se mantiene de la misma manera, subordinado al control de los hombres y limitado a las labores domésticas o procreativas. En la civilización griega se ve un fenómeno cultural peculiar, el que los mismos hombres prefirieran tener compañeros sexuales jóvenes, muchas veces de su mismo género, reduciendo el rol de la mujer en muchos casos sólo a la procreación. Este fenómeno pronto tendrá su repercusión en el mundo romano, en donde también se repetirán algunos patrones de este comportamiento.
En la tragedia de Orestes, él mismo asesina a su madre y es perseguido por las Erinias, diosas tutelares quienes lo persiguen y lo acosan para que pague su crimen. Orestes, para justificarse responde: «mi madre es una extraña, que solo prestó su vientre, como un recipiente que contiene un líquido y luego se extrae de ahí; nada tengo de ella…». Esto tiene un impacto enorme, puesto que refleja la realidad vivida por los griegos. El formarse en un vientre materno no implica vínculos ni genéticos ni emocionales. Era un recipiente que sólo contenía algo que luego cambiaría de lugar. Si había alguna herencia física o emocional, debía ser totalmente paterna.[1]
Pero la realidad que se vivía no estaba tan lejos del mito. Las situaciones reproducidas en el mito, tenían un paralelo entre los hombres. La mujer era para tener los hijos, y el hombre podía tener las concubinas que quisiera, incluso puestas juntas en un lugar propio para ellas en las quintas o grandes casas griegas, conocido como gineceo. Pero eso sí, tenían que ser fieles a sus hombres. La fidelidad era para las mujeres, no para los hombres. En la mitología existe un gran número de ejemplos entre los dioses donde no se le daba a las mujeres el respeto debido. Zeus, por ejemplo, elegía a quien él quería, sin respetar, incluso a su esposa. Era larga la lista de «hijos» engendrados por el dios con mujeres mortales, o con diosas. Apolo, uno de sus hijos, era en ese sentido, muy parecido a su padre, con la diferencia que, respetó mucho más que su padre las negativas de sus probables amantes.
Estas imágenes fueron concebidas en la mitología, pero también fueron llevadas al arte puesto que eran las temáticas de grandes piezas épicas. Por ejemplo, la Ilíada es una obra muy representativa de esta fase histórico-cultural de Grecia. La historia contada en ella es la guerra entre Grecia y Troya, desatada por una situación ya mencionada: la infidelidad de una mujer. Helena, esposa de Menelao rey de Laconia, hermano de Agamenón, rey de Argos y esposo de Clitemnestra.
El problema básicamente, Helena, mujer considerada la más bella del mundo es seducida y raptada por Paris, príncipe de Troya. Aquí la dificultad no radica en la cuestión del rapto o el abuso hacia la mujer, sino en la deshonra del esposo, y como tal exige algo que restituya su honor perdido. El conflicto se agrava, al grado que ya no es sólo Menelao, ni Agamenón, sino que toda Grecia ha sido deshonrada y se lanzan en campaña contra Troya, ya no sólo contra Paris, sino contra Príamo, rey de Troya y Héctor el príncipe heredero del trono. Al final, las tropas de Troya son vencidas, su ejercito derrotado, la familia real desmembrada, la ciudad arrasada y toda la gente es dispersada por los pueblos de la comarca.
Otro ejemplo conocido de lírica griega en donde la mujer es presentada en una situación extrema es en la obra de Sófocles, en donde se manifiesta como pregunta central de la historia es si la ley de los dioses está muy por arriba de la ley humana, y más aún, si el Estado no es capaz de manifestar piedad para con los familiares. Antígona desobedece al tirano y sepulta el cuerpo de su hermano, y por esa falta es ajusticiada. La gloria no será para ella, por ser mujer. Y así como esos, hay infinidad de referencias en la literatura griega sobre el papel de la mujer en la sociedad y las situaciones a que puede enfrentarse, unas veces de manera trágica, otras de manera cómica, dependiendo el autor y el género literario que se maneje.
En la cuestión consignada históricamente, la mujer era castigada públicamente cuando incurría en ciertas faltas, regularmente de carácter sexual. Las únicas que podían ser eximidas de castigo por cometer adulterio eran las prostitutas. Cuando alguien era sorprendido en flagrante adulterio, era viable que fuera ajusticiado por cualquier persona que fuera tutor de la mujer adúltera, ya fuera padre, esposo, hermano, o hijo. Mientras que la mujer era ajusticiada por ahorcamiento o sepultada viva. Las mujeres que vivían fuera del hogar, consideradas prostitutas o sexoservidoras, o en el caso de adúlteras no ajusticiadas, no eran consideradas con la misma dignidad.
La mujer honesta es la sirviente del varón, con la finalidad de tener hijos, hacer las tareas domesticas, no tiene voz ni voto, no debe andar en la calle, debe ser honesta y cuidar en casa a sus hijos, no tiene derecho siquiera a oler bien. Sólo las hetairas o “compañeras sexuales” podían hacerlo. Muchas mujeres se registraban como prostitutas con tal de hacerlo. Además, las hetairas eran mujeres con quienes un hombre podía sostener un diálogo. No siempre las esposas eran capaces de hacerlo.
Si somos observadores, muchas de estas cosas vividas por los griegos o por cualquier pueblo antiguo han trascendido el tiempo y han llegado hasta nuestros días. La mujer no ha pasado de ser considerada desde sirvienta hasta objeto sexual. Hoy por hoy, las cosas han ido cambiando, es cierto. A medida que la cultura y sus valores evolucionan, cada vez hay mayor respeto por la mujer y su dignidad. La única cuestión que mueve el pensamiento en este momento, ¿será posible que la mujer se respete a sí misma y se lo crea? ¿Hasta cuándo seguirá sufriendo el menosprecio de sus cualidades y de sus virtudes?
JOSÉ ALBERTO ENRÍQUEZ PRECIADO, SEGUNDO SEMESTRE
[1] Cfr. SANTIAGO GARCÍA, M. del C., KATHKOOS H POLEMIA. Una visión de la mujer en Grecia: mito, literatura e historia, publicado en Libro Anual del ISEE, México 2-13/2011), p. 48.
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