Reflexión del evangelio del día
Lectura del
santo evangelio según San Lucas 9,18-22:
Y sucedió que mientras él
estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: «
¿Quién dice la gente que soy yo? » Ellos respondieron: « Unos, que Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había
resucitado. » Les dijo: « Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? » Pedro le
contestó: « El Cristo de Dios. » Pero les mandó enérgicamente que no dijeran
esto a nadie.
Dijo: « El Hijo del hombre
debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser matado y resucitar al tercer día.
Hoy en día descubrimos que recorremos diferentes caminos y
diferentes tiempos, tanto a nivel iglesia como a nivel sociedad. Tenemos distintos
objetivos que como seres humanos, parte de una misma especie, no hemos podido
congeniar para lograr realizarlos plenamente, ya que nuestros esfuerzos, desilusiones,
cansancios, silencios o rabia que vamos acumulando en la vida van trazando
nuestra biografía un matiz de tristeza y apatía, desesperación y melancolía,
que se esconde debajo de una supuesta alegría o satisfacción por alcanzar
ciertas metas en nuestra vida. Lo descubrimos en la biografía de cada hombre y
de cada cristiano que lucha por ser feliz, por alcanzar sus objetivos y por
darle lo mejor a su familia. De esta manera nos damos cuenta que hay un tiempo
para todo, un tiempo para cada cosa, un tiempo para cada uno, un tiempo del
cual no somos dueños, ni tenemos control del todo sobre el. Por eso tenemos que
aprovechar cada tiempo, cada momento que Dios nos da para realizar el bien,
para darse cuenta del bien o del mal que hemos realizado, y de cada una de las
cosas que hemos hecho, y es aquí donde es Señor nos lanza directamente la
pregunta: ¿Qué saca el obrero de sus fatigas?
Cada cosa que hay en el mundo y cada tarea que le ha sido
encomendada al hombre, Dios no se la ha dado como una carga pesada ni para
afligirlo: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que
pensara; para que lo trasformara, no para mal sino todo lo contrario, y no
porque tuviera imperfecciones sino para hombre se sintiera parte y coheredero
de la creación, pero este es el punto, el hombre no se ha dado cuenta y por lo
tanto no ha abarcado todo el potencial de las obras que hizo Dios desde el
principio hasta el fin.
Es así como a lo largo de nuestro camino nos llega el tiempo
también para reconocer y responder a la a la pregunta que le hace Jesús a sus discípulos:
“¿quién
dice la gente que soy yo?”. Y tal vez nosotros quisiéramos poder
responder lo mismo que Pedro, que Jesús es Mesías. Pero, al parecer nos resulta
un tanto difícil, o tal vez no es que sea difícil sino coherente, ya que de
decirlo y expresarlo, cualquiera lo puede y decir, pero vemos que al echar un
vistazo a esta forma de vida, a nuestras opciones y relaciones vemos que no es
tan evidente esta respuesta, vemos que no es tan coherente nuestra forma de
hablar con nuestra forma de actuar, ya cada semana los domingos en la misa
dominical podemos afirmar que Jesús es el Señor, el Mesías; pero al salir de la
misa y durante la semana, en cada actividad que realizamos diariamente vivimos
una tajante división entre la fe que profesamos y la vida que vivimos.
Sin embargo, seguimos yendo tras Jesús y su Espíritu que
impulsa nuestra vida, o al menos eso creemos. Nos empeñamos en ir detrás de una
Palabra que no nos deja indiferentes, que no nos permite las justificaciones
sencillas y que nos empuja a salir de nuestros ámbitos conocidos y conformistas,
ampliando siempre nuestros horizontes.
Es por eso que a todos nos encantaría poder responder a la pregunta
de Jesús con el mismo ímpetu y con esa misma fuerza con la que lo expresa el apóstol
Pedro, con responsabilidad y coherencia con compromiso y tenacidad. Al igual también
quisiéramos dar respuesta a las inquietudes de tantas personas que están siendo
“abandonadas” por nuestra ausencia de cuidado y protección.
Pero lo importante de todo esto es que, a través de cada una
de esta situaciones que nos toca vivir en nuestro tiempo, es comprender que
nuestro tiempo no es el tiempo de Dios, que Él nos da el tiempo para hacer en
cada momento lo que tenemos que hacer o lo que queremos hacer incluso, cuando
queremos renegar de Dios, cuando nos olvidamos de Él, cuando enajenados por
nuestro vicios, nuestras debilidades y nuestros pecados le damos la espalda a
Dios que nos lo ha dado todo. A pesar de que vivimos estos tiempos, el Señor no
nos deja solos y nos invita a vivir en cada uno de estos momentos y unirlos la
pasión, la muerte y juntamente con ello, ya que es inseparable la resurrección de
Jesucristo el Señor, aunque nuestra respuesta siga siendo tibia, el Señor seguirá provocando en nosotros una respuesta
mejor a fin de transformar nuestro mundo y provocar en nuestra comunidad una
revolución-amorosa que termine con los odios y rencores que cada día lo están acabando
más.
JORGE PEÑA RESENDIZ
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