ETAPAS
DEL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
Primera
Etapa
Etapa
del Descubrimiento
En
nuestra vida suceden acontecimientos que se ven marcados por una realidad
profundamente humana: la del "descubrimiento". En nuestra niñez
prontamente descubrimos la seguridad y el deber de obediencia a nuestros padres
y mayores. En la pubertad y adolescencia ocurre el descubrimiento de la
sexualidad, y genitalidad que se asientan en nuestro cuerpo e inciden en el
espíritu; al mismo tiempo hacemos el descubrimiento del 'otro' no como objeto
del que puedo disponer, sino como sujeto con el que puedo caminar. Es en este
tiempo precioso de novedades, es que también hacemos el descubrimiento del mal
uso de la libertad, de los vicios, de la superficialidad y el desorden en la
vida; pero al mismo tiempo, descubrimos que estamos hechos para algo más
grande; en el corazón se da una serie de anhelos y sueños que buscan realizarse
con imperiosa necesidad. Es en esta etapa donde urge descubrir para qué estamos
aquí, en este mundo, en este momento de la historia, en el seno de una familia
concreta y en una Iglesia que tiene urgencia y demanda de cristianos auténticos
pero en diferentes vocaciones y ministerios.
La
pastoral vocacional ofrece en este primer momento una serie de temas que
invitan al descubrimiento de "uno mismo", "del otro" y de
Dios. Respóndete a ti mismo:
1. ¿Quién soy? La
realidad y el drama de la búsqueda.
2. ¿Qué talentos tengo
en mis manos? La conciencia
3. ¿Qué quiero ser? Las
metas y prioridades de mi vida
4. ¿Qué quieres Señor,
de mí? ¡Habla que tu siervo escucha!
Signos
y síntomas de una llamada de Dios a alguien para consagrarse a él en la vida
religiosa o la sacerdotal.
Como
en el amor humano, en la vocación sacerdotal no hay reglas absolutas. Se puede,
sin embargo, tener en cuenta algunos aspectos o rasgos generales que ayudan a
discernir si un joven está siendo llamado por Dios o no.
• Vida en gracia. Podemos decir que el fin
último del ministerio sacerdotal es lograr que todos los hombres vivan en
gracia de Dios y así se salven eternamente. Para eso vivió, murió y resucitó
Jesucristo, para darnos vida eterna.
• Los cristianos, auxiliados por los
sacramentos, debemos y podemos vivir permanentemente en gracia. Es por eso que
recibe el nombre de gracia habitual. Siendo frágiles cualquiera puede en un
momento dado cometer un pecado o error y verse así privado de la paz interior.
Un católico no tolera vivir en pecado y busca la reconciliación con Dios en el
sacramento de la penitencia lo más pronto posible.
• Gusto por las cosas de Dios. Muy raro sería
que se manifestara una vocación en un muchacho tibio y desapegado. Por lo
general, existe una inclinación, tal vez heredada y vivida en la familia, hacia
lo religioso, lo pacífico. El gusto por las cosas de Dios, a pesar del mal
ambiente familiar, puede llegar súbitamente como un magnífico descubrimiento a
partir de un encuentro con Cristo, por ejemplo en una jornada de vida cristiana
o en un retiro espiritual. De pronto Dios es el personaje más importante en la
existencia y todo lo que tenga que ver con Él es maravilloso: Biblia,
sacramentos, catequesis, apostolado, parroquia, oración, obras de caridad,
liturgia, servicio, etc... No es de extrañar, por lo tanto, que se diga:
"esto es lo mío" y piense entrar en alguna comunidad religiosa o
seminario.
• Capacidad intelectual. Cuando un joven ha
podido terminar estudios secundarios, está demostrando al menos dos cosas:
cierta capacidad intelectual y haber tenido la disciplina suficiente para
terminar satisfactoriamente. Podemos sospechar que los estudios
filosóficos-teológicos no serán un obstáculo infranqueable. En la comunidad o
cualquier casa de formación religiosa/sacerdotal se estudia mucho y por largos
años. Por lo general son tres años de filosofía y cuatro de teología, aparte de
un año de noviciado. Es por eso que hacen falta tanto la inteligencia como la
perseverancia. Los sacerdotes, al final de sus estudios, son tan profesionales
o más, que un licenciado, ingeniero o doctor.
• Equilibrio emocional. El ministerio sacerdotal
o la consagración religiosa, y la vida misma en el seminario o casas de
formación, van a someter al joven a duras pruebas y presiones. Es por eso que
se requiere de una estabilidad bien cimentada. Las personas frágiles, volubles,
en extremo emotivas, desequilibradas, no son aptas para el sacerdocio y tal vez
ni para el matrimonio. Cuando se tiene sobre los hombros la responsabilidad de
una parroquia o la dirección de una escuela, cuando los problemas de la gente
llegan por todos lados, cuando hasta las tentaciones acechan, es necesario
poseer una ecuanimidad y un dominio de sí a toda prueba. Una persona sin esas
cualidades será un problema permanente tanto en el seminario, como en la casa
de formación, y siempre en la vida ministerial o religiosa.
• Vida de castidad. Relacionada con la
estabilidad emocional viene la capacidad de vivir en castidad perfecta. En un
mundo hedonista, donde se concede un valor absurdo e indiscutible al placer y
consumismo, sea del tipo que sea, el voto de castidad parece una locura
incomprensible. Pero es la gracia de Dios que nos ayuda a vivir con libertad la
grandeza del amor a los hombres. Nos hacemos libres para amar no a uno en
particular sino a todos en Cristo. Casto es ser transparente en las
manifestaciones afectivas, emocionales. No temer a ello, sí se puede.
Jesucristo nos dice: “Mi gracia te basta”. El candidato a la vida consagrada es
invitado a continuar viviendo la castidad del célibe cristiano,
permanentemente, por el Reino de los Cielos. Si ya desde joven ha comprobado
tristemente que no le es posible la continencia, debe antes de atreverse a
emitir el voto de castidad, comprobar que ha superado esa debilidad y puede en
el futuro ser fiel a su promesa.
El
voto de castidad hace del sacerdote y del religioso o religiosa, no solamente
un hombre o mujer libre de las cargas inherentes a la vida de familia, sino
también un signo impactante para el mundo, de los valores trascendentales del
Reino de Dios. El que un hombre o mujer renuncie a una cosa tan de acuerdo con
la naturaleza humana, como es formar una familia, supone un acto de fe
formidable en la Vida Eterna de la Gloria. Es pura gracia.
• Amor a la Iglesia. El religioso(a) y el
sacerdote trabajan tiempo completo por el Pueblo de Dios: Todas sus energías,
proyectos, ilusiones, van encaminadas a la instauración del reino de Dios en la
tierra, extendiendo sus límites a los confines del mundo. En otras palabras,
toda su vida en una apasionada entrega a la Iglesia. Un muchacho que ha
descubierto el proyecto de Dios, ama ya a la Iglesia y trabaja por ella en
obras de apostolado desde su posición laical. No solamente medita directamente
el Evangelio, sino que estudia asiduamente los documentos del Magisterio.
Escucha atentamente la voz del Papa y de su obispo, se interesa en los
acontecimientos eclesiales como pueden ser los viajes pastorales del Papa, las
reuniones episcopales como el CELAM, etc... Es en otras palabras, un
"hombre de Iglesia".
• Amor a la Eucaristía. Podemos decir que la
cumbre del ministerio sacerdotal es la celebración de la Eucaristía (misa);
"ella es cumbre y fuente de la vida de todo cristiano." En la misa es
cuando un sacerdote es más sacerdote. Es cuando los poderes sacerdotales rayan
en lo inaudito: ¡consagrar el pan y el vino para ofrecer al Padre la Víctima
Divina y luego repartirla al pueblo fiel! La intimidad con Jesús Eucaristía es
uno de los signos más claros del llamado al sacerdocio. Pasar largos ratos ante
el Sagrario, participar gustosamente en la misa, comulgar no tan solo los
domingos, sino a diario si es posible, sería lo más lógico en el proceso hacia
el sacerdocio. Esta gracia se va adquiriendo poco a poco, si por ahora no
tienes esta práctica, ten calma, más adelante, con las oraciones y la bendición
de Dios, llegarás a amar la Eucaristía, pues de él brota toda la fuerza de
nuestra consagración.
• Actividad Apostólica. Se ha mencionado que el
candidato, por su amor a la Iglesia, participa en el apostolado. Del mismo modo
como un chico que desea ser futbolista se pasa el día pateando pelotas y no
pierde ocasión de jugar, el muchacho que es llamado al sacerdocio, se interesa
por las obras de apostolado generosamente. Tal vez no lo reflexione ni se dé
cuenta, pero el apostolado se convierte en el valor principal en su vida: ir de
misiones, llevar esperanza a los asentamientos humanos, pueblos lejanos,
olvidados…a los pobres darles ánimo y levantarles su dignidad de hijos(as) de
Dios. Podemos decir que el celo apostólico es un signo y un camino de la
vocación sacerdotal y de consagración religiosa.
• Amor a los hombres. Ligada a lo anterior, el
consagrado(a) no se fuga del mundo ni es incapaz de amar ni tampoco le tiene
miedo a las mujeres o a los hombres; siente un amor y respeto profundo por
ellos, el mismísimo amor de Dios lo mueve y lo apasiona; si no fuera así,
estaría llamado a muchas cosas quizás, pero no a consagrarse a Dios. Más al
contrario, cuando uno descubre en su vida la bondad, misericordias y amor de
dios, es cuando más ama, más ama a sus familiares, a sus amistades, a las
personas que le rodean. Se entrega, se abre a la belleza de la vida. Nos
hacemos totalmente otro, llegamos a decir como Pablo: “No soy yo quien vive en
mí, es Cristo quien vive en mí”.
Segunda
Etapa
Etapa
de Búsqueda.
Cada
día que empieza trae sus metas, preocupaciones, derrotas, esfuerzos y
conquistas; pero es indudable que la pregunta por el mañana y lo de deseamos de
él caracteriza a la juventud. Su santidad Juan Pablo II afirmó sin vacilaciones
en su libro Cruzando el umbral de la esperanza, que la juventud "no
consiste en al acumulación de un determinado número de años, sino en el período
que buscamos respuestas a las grandes interrogantes de la vida, y buscamos
darle sentido a la misma". ¡ Búsqueda , he aquí la segunda gran etapa de
nuestra vida! El ser personas en búsqueda, obedece a que somos seres
inacabados, somos "proyectos", nos estamos realizando y construyendo
a diario. Todos buscamos la felicidad, la verdad, la eternidad, el amor; donde
nos distinguimos unos de otros es en el "donde" lo estamos buscando.
En
la segundo etapa del discernimiento, la pastoral vocacional pretende acrecentar
en los jóvenes esa búsqueda de respuestas y de sentido para sus vidas. Quiere
ayudar a los jóvenes a no identificar placer con amor, peligro con riesgo,
alegría superficial con felicidad duradera, acompañándoles en su búsqueda,
ayudándoles a decirle a Jesús, lo mismo que un día, el joven Samuel le dijo a
Dios: "habla, que tu siervo escucha". Nuestra meta no consiste en
ayudar a los jóvenes a ser curas o monjas a cualquier precio, sino santos y
felices seres humanos. Si logramos esto, al tener hombre cristianos auténticos
y felices, es seguro que Dios suscitará abundantes siervos y ministros del
altar, santos y felices.
CONTENIDOS
DE ESTA ETAPA
• Vocación a la vida y la vida como vocación:
El hombre en búsqueda de Dios.
- La búsqueda de
felicidad y de sentido de la vida: Dios al encuentro del hombre.
- La ciudad del hombre
(el mundo real: historia y utopía) la ciudad de Dios (el mundo ideal:
metahistoria y escatología)
• Las crisis y tentaciones ante la llamada de
Dios.
• Diferentes respuestas a una única llamada:
ser santos y felices.
• Las nubes de la decisión.
Tercera
Etapa
Etapa
de Discernimiento
Tomás
de Kempis, autor de la Imitación de Cristo (siglo XV), exhortaba a tener
prudencia en las acciones con las siguientes palabras: "No se debe dar
crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu; mas con prudencia y
espacio se deben, según Dios, examinar las cosas. [...] La buena vida hace al
hombre sabio, según Dios, y experimentado en muchas cosas. Cuanto alguno fuere
más humilde en sí y más sujeto a Dios, tanto será más sabio y sosegado en
todo."
A
veces no sabemos que rumbo tomar ni por cual decisión optar; es en estos
momentos donde necesitamos sabiduría, prudencia y discernimiento para no
equivocarnos, ni herirnos ni herir a las personas que están a nuestro
alrededor, lo peor que nos puede pasar en la vida es "pasar" por ella
y que ella nos pase a nosotros, o simplemente querer pasarla bien. Discernir
significa medir fuerzas, capacidades, valorarse y arriesgarse. El Papa Juan
Pablo II nos hacía un reto que no podemos olvidar: "Jóvenes, cuando elijan
su futuro, no lo hagan sólo para ustedes mismos." Una vez que hemos
descubierto que no estamos demás en el mundo y que hemos avanzado por la vida
buscando respuestas, debemos detenernos y discernir, para esto se hace
necesario intensificar el dialogo con Dios y con los otros; en esta etapa se
hace urgente y necesario preguntarse muy en serio, ¿qué quiero? ¿puedo
conseguirlo? ¿por cuanto tiempo?¿con qué auxilios? Y lo más importante ¿Eso es
lo que Dios quiere y me pide? ¿Puedo darlo? ¿Quiero darlo? ¿Me hará feliz? Si
hay algo que caracteriza a esta etapa es que nunca como en ella, el destino
está en tus manos; la decisión que tomes será la correcta, pues viene de ti.
El
destino
"Cuentan
que había un hombre muy sabio y anciano en la cumbre de un "monte".
La gente de la aldea al corregir a sus hijos siempre les decían: no griten,
porque el anciano sabio que mora en lo alto del monte dice que: ¡Quién grita
pierde la razón y ofusca el corazón!. No peleen, porque el anciano enseña:
¡Quién emplea la fuerza oculta su vulnerabilidad, al no ser fuerte como hombre,
libera un monstruoso animal que lleva dentro de sí! No falten a sus mayores, ya
que el sabio de la montaña instruye: ¡Quién ignora las canas, ignora el futuro
y quien no respeta el mañana, irrespetara el ahora! Todos los minutos, a cada
acción de los jóvenes y niños rebeldes, le sucedía una enseñanza de los padres,
de lo que decía el anciano sabio que moraba en el monte. Como era de esperarse,
ellos estaban hartos de tanta enseñanza, y un día, dos de ellos se decidieron
poner fin a la fama de sabio del viejo del monte. Salieron con esa intención
muy temprano y buscaban la manera de consumar su plan. De pronto dos pajarillos
que ensayaban sus débiles alitas cayeron ante ellos de la copa de un árbol El
mayor de los dos jóvenes exclamó: ¡Ya lo tengo! ¿Qué cosa? Preguntó el otro. La
manera de acabar con la fama de sabio del viejito. Esto es lo que haremos: nos
acercaremos a él con las manos ocultas y le preguntaremos: Anciano sabio: ¿A
qué hemos venido? Si nos dice algo parecido como: a preguntar algo, creo..., le
diremos: sí. Dinos: a parte de las preguntas ¿traemos algo más? Si nos dice que
llevamos los pajaritos, porque tal vez nos vio y no nos dimos cuenta, le
diremos ¿Y como están esos pajaritos? Si nos dice que están vivos, los
apretamos y sofocamos y se los enseñamos muertos. Si nos dice que están
muertos, abrimos las manos y los dejamos volar. Y se acabó su fama y la necedad
de nuestros padres, y ya.
Así
subieron el monte cuando llegaron donde el sabio y le dijeron: Dinos sabio ¿A
qué hemos venido? El anciano con sus ojos cerrados, les respondió: Supongo que
han venido a buscar respuestas. Más o menos, dijeron los jóvenes. ¿Sabes si
traemos algo más? Si, respondió el anciano suspirando profundamente. ¿Dinos que
traemos? Traen sus vidas y unos pajaritos en sus manos. Palideciendo, los dos
jóvenes replican: ¿Dinos como están esos pajaritos? Ya se los he dicho, pero no
supieron escuchar. Abriendo los ojos y clavándolos en los de los jóvenes les
dijo: Traen sus vidas y unos pajaritos entre sus manos. Esos pajaritos
representan su juventud y sus vidas, ellas están como ellos: en sus manos. Si
los quieren vivos, vivirán, si los quieren muertos, morirán". ¿Sabes lo
que quieres y cómo lo quieres?
DEFINICIÓN
En
esta etapa de discernimiento vocacional se estimula el crecimiento de las
inquietudes vocacionales de quienes perseveran en los encuentros, y de aquellos
que crecen en sus comunidades o parroquias a través de sus compromisos
apostólicos, grupales y parroquiales; dando prioridad al crecimiento espiritual
fundado en una fe sólida, que crece y madura en la frecuencia sacramental, la
oración y el apostolado.
Toma
de decisiones
Ya
estamos en el umbral de las respuestas, fue toda nuestra niñez llega de
preguntas: ¿qué es esto? ¿Aquello? ¿Por qué es…? ¿Para qué…? Llega la
adolescencia y abandonamos las preguntas para aventurarnos a la libertad, al
descubrimiento de uno mismo… Ahora estás en plena juventud con interrogantes
aún sin resolver: ¿casarme? ¿Profesión? ¿Trabajo? ¿Ser padre/madre de familia?
Hora de tomar decisiones. Nadie lo hará por ti. Esta etapa es la más especial,
pues ya has recorrido largo camino de discernimiento. Decide de acuerdo a tus
convicciones, de acuerdo a tu conciencia, a tus creencias. Que nada influya tu
decisión trascendental, pues de ella depende tu felicidad.